miércoles, 19 de diciembre de 2012

Canción el año – Little Black Submarines, de The Black Keys

Lo mejor de ganar o perder una batalla en la vida, es que inmediatamente comienza la siguiente pelea. A veces se nos olvida que la felicidad es prestada. Y cuando más nos aferramos a ella, más fácil se nos escapa de entre las manos.

La canción Little Black Submarines, de The Black Keys, es un himno a esos momentos de confusión e incredulidad, cuando creemos que ya nos jodimos y que todo se va a la mierda.

Para mí, los pequeños submarinos negros de los que canta Dan Auerbach, son esas púas con las que nosotros mismos nos chingamos. Somos los últimos en perdonarnos, es lo natural.

Voices calling me, they get lost and out of time”, dice la rola, diciéndonos que en ocasiones carecemos de visión para darnos cuenta de que el tiempo pasa y todo va quedando atrás como fotografías polaroid. Todo pasa y todo cambia. Quien se amarra, se ahorca.

Larga vida a The Black Keys.

El rock & roll nunca morirá. Nos vemos en 2013.

Aquí el video de Little Black Submarines.

lunes, 12 de noviembre de 2012

El café con piernas de Eddy Roma



Quienes conocemos a Eddy Roma, sabemos que él no tiene nada que envidiarle a Wikipedia. Ese vasto y peculiar conocimiento de detalles tan importantes como irrelevantes, lo utiliza de una manera valiosa y modesta en su libro de cuentos Café con piernas.

Son 12 historias que te llevan de la mano por el universo geek, las emociones de la infancia y lo absurdo de la realidad. A veces recuerda a Pixar, en otras a Woody Allen y también a las mejores conversaciones Tarantinezcas que uno puede imaginar.

En el mundo de Eddy, los peleadores de lucha libre se desmadran contra sus contrincantes, no existen las coreografías. También existe un dormitorio en un hotelucho de México en el que no existe un switch para apagar el foco de luz. Y en Los Ángeles, California, vive un extranjero a quien muchos lo confunden con un tal Benigno, y por eso se gana besos de chinitas y golpizas de policías.

El autor también recuerda cuando éramos niños no teníamos nada más qué hacer por las tardes de lunes a viernes, que ver caricaturas en la televisión, de manera religiosa. Aunque en la habitación vecina existiera un caso de violencia familiar, lo único que valía la pena durante esas horas vespertinas era ver a nuestros héroes batallar contra los villanos malvados.

Y uno de mis pasajes favoritos, acerca de un pesado cuidador de un parqueo que se siente aludido por un cuento acerca de un ascensorista muerto, con características demasiado similares a él.

Si después de leer esto piensas que se trata de un libro sin sentido, créeme, te aseguro que necesitas viajar más o mejorar tus gustos cuando vas al cine.

Libro: Café con piernas.
Autor: Eddy Roma.
Casa editorial: Editorial Cultura.
Año de edición: 2011.
¿Dónde lo puedes encontrar? En Casa Cervantes, zona 1.

lunes, 5 de noviembre de 2012

1001 discos que hay que escuchar antes de morir… o cómo no estresarse en el intento de leer este libro


Mi amigo Allan me presta el libro 1001 discos que hay que escuchar antes de morir. Promete lo mejor, desde la portada con el mismísimo Sid Vicious apuntándome a la sien con su guitarra.

Comienzo a leerlo, contento, emotivo, y me encuentro con reseñas de Fleetwood Mac, Elton John, Rod Stewart, David Bowie, Van Morrison, Prince, Morrisey… todos grandes artistas que ni siquiera un greatest hits entero he escuchado. Me muero de la vergüenza. Vaya melómano tan mediocre que terminé siendo. Comienzo a bajar su música. Uno, dos, cinco, diez discos… ¿A qué hora escucharé tanta música? Me estreso. Tiro el libro a la chingada y trato de ignorarlo.

Días después, ya con un mejor ánimo, lo abro y me encuentro con reseñas acerca de Neil Young, The Beatles, The Rolling Stones, Led Zeppelín y Bod Dylan. Suspiro… esos ya son viejos conocidos. De ahí me aburro y comienzo a buscar solamente a mis artistas o discos favoritos. Encuentro algunos, faltan muchos. Ni modo, es el peligro de dejar que un británico hable sobre música. El libro es británico ¿no?

Y entre la lista que dejó afuera a The Cranberries y Tool, encuentro Baby one more time (1999) ¿¿¿de la Britney Spears??? ¿Qué putas? Pues, al final termino accediendo, es un genial producto comercial, que te roba el instinto sexual y resulta inolvidable. Me refiero a ella. La música es una mierda.

Así que, les comparto algunos de los discos que más me alegré que estuvieran en este gigantesco listado, y acompañados de una de las frases de cada uno que más me llegó. Abramos una chela y digamos: “Salud”.

Led Zeppelín IV (1971) de Led Zeppelín. Muestra al grupo lleno de pomposidad e indulgencia.

The dark side of the moon (1973) de Pink Floyd. Los que nunca han escuchado a Pink Floyd, deberían comenzar por este disco.

Ramones (1976) de Ramones. Declaraciones básicas de lujuria y necesidades juveniles.

Highway to hell (1979) de AC/DC. Su estilo rudo y despreocupado resume a la perfección la esencia más pura del género.

Hysteria (1987) de Def Leppard. Pour some sugar on me, que parecía música de streaptease, se disparó hasta alturas insondables.

Appetite for destruction (1987) de Guns N’ Roses. Vestidos con andrajos y con las drogas hasta las orejas, eran los Stones y los Sex Pistols en uno. Casi todas, digan lo que digan los créditos, nacieron en la cabeza de Stradlin.

Bad (1987) de Michael Jackson. Fue más complejo, más redondo y más “malo” que Thriller.

And justice for all (1988) de Metallica. Es una gloriosa despedida a los sonidos extremos.

Ten (1991) de Pearl Jam. Entonaba el grito de guerra de una época intensamente novedosa y emocionante en la historia del rock and roll.

Dry (1992) de PJ Harvey. Utilizaba el humor negro y decadente para atacar las expectativas femeninas mediante su disección del amor y el sexo.

In Utero (1993) de Nirvana. Señalaba la dirección melódica que seguramente habría tomado la banda de no haber muerto kurt Cobain

The downward spiral (1994) de Nine Inch Nails. Si habla de ti y no eres Trent Reznor, es para preocuparse.

(What’s the story) Morning glory? (1995) de Oasis. Fue el epicentro del Britpop, un rejuvenecimiento cultural que introdujo a Gran Bretaña en los 90.

Ok computer (97) de Radiohead. Sintetizar a los Smiths con Queen suena demencial.

Clandestino (98) de Manu Chao. Explora el dolor de la carretera.

Follow the leader (98) de Korn. Las letras son tan desagradables como los fans podían desear, aunque suelen utilizarse para subrayar la intolerancia y la crueldad.

Californication (1999) de Red Hot Chili Peppers. Aprecia la belleza de la vida, la tranquilidad y el amor más que las fiestas salvajes.

Kid A (2000) de Radiohead. ¿Por qué Tom Yorke sonaba como si cantase dentro de un lavabo?

Stories from the city, stories from the sea (2000) de PJ Harvey. Era más firme y pulido que los álbumes anteriores.

Gorillaz (2001) de Gorillaz. De entre las golosinas auditivas que atesora el disco destacan los flirteos con el dub reggae y el punk.

Come away with me (2002), de Norah Jones. Una invitación sensual que es imposible de rechazar.

Hail to the Thief (2003) de Radiohead. Seguían experimentando, pero la mezcla resultaba cómoda.

Elephant (2003) de The White Stripes. Que transmita tanta oscuridad y frustración solo sirve para definir su grandeza de clásico.

Y aunque agradezco que incluyeran a casi todos de Radiohead y Pink Floyd, hay muchos que, pienso yo, debieron haber entrado a ese listado.

Para mí, los que hicieron falta y les recomiendo escuchen antes de morir, son:

Ride the lightning (1984 y 1989) de Metallica
Flesh & blood (1990) de Poison.
Use your illussion (1991) de Guns N’ Roses.
No need to argue (1992) de The Cranberries
Vitalogy (1994) y Yield (1998) de Pearl Jam.
Wildflowers (1994) de Tom Petty.
AEnima (1996) de Tool
Psyence Fiction (1998) de UNKLE.
From the Choirgirl Hotel (1998) de Tori Amos.

Más tarde, quiero escribir un top ten de las canciones que recomiendo escuchar antes de morir. Espero escribirlo…claro está, antes de morir.

1001 discos que hay que escuchar antes de morir, recopilación hecha por Robert Dimery. 
Editorial Grijalbo.
Gracias por el largo préstamo, Allan.

lunes, 1 de octubre de 2012

Cuentos de Bogotá 4 – Ni un kilo lo dejan pasar a uno



En la puerta 6 del Aeropuerto Internacional El Dorado, en Bogotá, trataba de eliminar el tiempo antes de abordar mi vuelo de regreso a Guatemala. Leía las últimas páginas de la biografía de Slash con el telenoticiero de farándula local como sonido de fondo.

Me desconcentraba un poco una chica que hablaba, perdón, gritaba por su celular. Usaba muchas palabras en solitario, o sea, pocas oraciones completas: “¡sí!”, “¿no?”, “aguante”, “dígalo”, “ciudado”, “bobada”, “jódase”.

La vi por primera vez al hacer cola para entrar al avión. No le calculé más de 18 años de edad. Vestía un pantalón de lona ajustado y de cintura muy baja, una blusa corta que le dejaba el ombligo bien ventilado y un escote generoso. Pintura y peinado nítido, como de fiesta. Y seguía con el teléfono pegado a la oreja.

La interrumpieron tres policías, uno con un perro, y le hicieron una serie preguntas en voz baja. Ella comenzó a llorar. Se la llevaron. Recordé todas las películas de las llamadas “mulas” que he visto. Ni modo, yo seguí en la cola.

Minutos después regresó con los ojos rojos y el maquillaje destrozado. Sonó su ringtone cumbiero y respondió la llamada. “¿Ya ves?, ni un kilo dejan pasar a uno, jajaja”, dijo, y entró al avión.

La segunda vez que la vi fue cuatro horas más tarde, en el Aeropuerto Nacional de La Aurora, Guatemala. Y sí, nuevamente hablando por su celular, diciendo “ya vine, hey, y le traigo una sorpresa, le gustará, si me trata como princesa, se la doy”.

lunes, 24 de septiembre de 2012

Cuentos de Bogotá 3 – Hard Rock ¿Reggae?



“Espero les agrade”, dijo la vocalista del grupo que tomó el escenario. A ritmo de reggae, muy a lo Santeria de Sublime, comenzó la canción. On a dark desert highway, cool wind in my hair”, cantó. El público que había llenado el Hard Rock Café de Bogotá, gritó “wuuuuu” y levantaba los brazos desde sus mesas, como bailando. “Ya le conseguiremos mesa señor Lepe, puede esperar afuera”, me dijo la señorita hostess. Yo le repetí que quería esperar adentro para ver el show, no era la primera vez que la hostess me quería retirar del pasillo, parece que yo interrumpía el tráfico de meseros. “Welcome to the Hotel California”, cantó la banda junto a todos los asistentes. Sonreí, me gustó la vibra.

Siguieron con otra canción que comenzó muy al estilo Bobby Marley, y la vocalista soltó el “There's a lady who's sure all that glitters is gold, and she's buying a stairway to heaven”. Todos volvieron a rugir el “wuuuuu” y acompañaron de nuevo al grupo con las voces. Los brazos seguían en el aire, meneándose. Quise darle un vistazo a los artículos que colgaban en las paredes, pero solamente pude notar los pantalones viejos de Shakira. Era imposible moverse, el lugar estaba a reventar de personas.

“Señor Lepe, por favor, espere afuera, yo le diré cuando tenga una mesa para usted”, me repitió la amable hostess y esta vez sí me moví. El inicio de la tercera canción lo atestigüé metiendo el cuello desde la puerta de entrada. Comenzó el mismo acorde de reggae, que para mí, era demasiado. Mi cuota de ese género había terminado. Dos canciones de reggae y no más. “Mind as well face it, you’re addicted to love”, canto la chica y se repitió la misma escena, grito de “wuuuu”, brazos al aire. Decidí irme. De todas maneras, apenas me hubiera alcanzado para comprarme un tarro de la cerveza más barata.

Al otro día, muy temprano, regresé con cámara en mano para tomarle fotografías a los artículos del lugar. Un joven muy apenado me negó el permiso y se entró a la cocina, así que le hice honor a eso que le llamo “chapín retador”, y le tomé fotos a todo el lugar. No encontré nada fuera de lo normal, la verdad. Solo unos muñecos de las caricaturas de The Beatles, con su trajecito azul y todo, que hasta pude habérmelos traído de souvenir a Guatemala… ¿quién sabe? tal vez a la próxima. 
La vista desde afuera.

 Guitarra y camisa de Nikki Sixx, de Mötley Crüe.

 Tambor de Matt Sorum, de su época de Guns N' Roses.

Arte chilero de The Wall, de Pink Floyd.

 Pañuelo, o algo así, del maestro Jimmy Hendrix.

Muñecos y caricaturas de The Beatles.

 Lennon nunca falta... para bendecir estos lugares.

 Y el rincón de Marilyn Manson.

lunes, 17 de septiembre de 2012

Cuentos de Bogotá 2 - La boba mamona

Un joven bogotense, que hacía cola en la caja del supermercado, no paraba de hablar con su tono amable y “colombiano” por su celular. No estaba acompañado.

“No mi amor, estoy solo. La llamé para decirle que la amo. Sí, escúcheme, estoy solo. Vine a comprar unas sopas y un pastel. Niña, para quién más. El pastel es para nosotros, se me ocurrió comprarlo. ¿Para quién más? Es verdad. No no no, no le miento. ¿Cómo cree eso? En verdad, estoy solo. ¿Por qué cree que estoy con alguien? Vamos, para nada. Me gustan las sopas y por eso vine a comprarlas, y aproveché a comprar un pastel, para comerlo hoy con usted, de su favorito. Nooo. No ponga palabras que no son mías en mi boca. No creo que usted sea una boba mamona. Para nada. Vaya, no me joda, cuántas veces le repetiré la misma bobada”, decía el joven, mientras sacaba de su canasta un par de sopas instantáneas y un pastel con arándanos.

lunes, 10 de septiembre de 2012

Cuentos de Bogotá 1 - En Bogotá

Después de 29 horas en Bogotá, Colombia, puedo decir que:

En Bogotá la gente es amable, demasiado amable talvez. Me decían “señor Lepe” y su tono era suave y penoso.

En Bogotá se usa mucho sacolas, gabardinas y chumpas, y poco suéter de capuchón. Es difícil encontrar obesos por las calles. Hay pasarelas redondas, cuadradas y ovaladas. Y los pájaros no les temen a los humanos.

En Bogotá puedes entrar tu mochila a los locales comerciales y supermercados, y los policías utilizan perros en vez de escopetas. Hay una Casa en el Aire y un Mickey Mouse que da la bienvenida en una academia de diseño.

En Bogotá muchos caminan y la mayoría de esos peatones viajan escuchando su iPod. Hay mucho grafiti, aunque puede mejorar. Siempre hace frío y llueve mucho, y cuando deja de llover, se alegran porque piensan que se acerca el verano.

En Bogotá "el Pibe" todavía vende televisores Samsung, Megadeth dio un concierto dos días después de mi salida y tocó todo el "Countdown to Extintion", y en el Hard Rock Café hay más artículos de Shakira que de The Beatles, Jimmy Hendrix y The Rolling Stones, juntos.

En la ciudad naranja dejo un pedazo de esperanza y muchas ganas de regresar.








lunes, 3 de septiembre de 2012

El último día de Igor

Igor comenzó la mañana tomando el sol, respiró aire fresco, meditó un poco.


 Después se ejercitó durante unos minutos.


 Luego practicó algunos riffs de la mejor banda del mundo.


 Una pequeña casaqueada con un buen amigo, siempre sonriente y alegre.


Una película en casa para matar la tarde nunca es mala idea.


 Intentó socializar con Esquirol, pero sus esfuerzos no tuvieron frutos.


Si no puedes contra ellos, úneteles. Dulces sueños.
Después de esta sesión, nunca más volví a ver a Igor.

lunes, 27 de agosto de 2012

Corro vuelo me acelero hacia la melancolía


En la caja registradora del supermercado, las cuatro señoras que llevaban una carreta llena de botellas de margarita y tequila, se emocionaron al escuchar la música que el DJ de sopas Malher tenía para amenizar la mañana.

Sonó Corro vuelo me acelero, de Timbiriche. “Ala, se acuerdan de cuando hicimos esa coreografía”, gritó una. Comenzaron a bailarla con los pasos de Sasha, Paulina, Alix y Mariana. Agitaban los brazos, movían la cabeza de un lado para otro, daban pataditas y se señalaban con el dedo índice en la parte “todo para estar junto a tiii, junto a tiii”. Siguieron el baile mientras la cajera les cobraba las botellas.

“Ala baby, sí vos, qué buena nos salió, y ganamos el concurso”, recordó otra de ellas. “Y los flecones que nos peinábamos, nos gastábamos medio spray para pelo”, dijo otra.

Las jóvenes edecanes de Colgate se carcajearon. “Las viejas están pedas, jaja”, dijo una. Me desconcertó el comentario. “Qué saben de música y nostalgia estas patojitas”, pensé, mientras pagaba mi cereal de granola y esperaba a que sonara una de Hombres G.

lunes, 20 de agosto de 2012

Girls – Yo también fui acomplejado y deprimido



Sin tanta casaca, les digo que Girls es una gran serie de televisión acerca de jóvenes. Para comenzar, se agradece que no es otro reality show. Luego, las historias son interesantes, las locaciones chingonas, música de a huevo y los personajes son tan tontos, chistosos, raros, inmaduros y patéticos que resultan ser muy humanos al final de cada episodio.

Y si profundizo un poco, el personaje principal, Hannah, es tan acomplejada y deprimente que me recuerda demasiado a mí cuando tenía alrededor de 20 y 25 años. Ella es una recién graduada en letras y aspirante a escritora que no consigue un trabajo “digno”, su novio pareciera ser un total imbécil y su carrera como autora no despega. Inclusive, hay un episodio que es de mis favoritos, en el que se caga de la envidia porque una su compañera de universidad publicó un libro antes que ella, y era acerca de una tragedia. “Se le murió el novio, maldita suertuda”, dice Hannah mientras ve la portada. 

Y así era yo. Miraba cómo compañeros que creía más tontos que yo conseguían trabajos, escribían en medios alternativos o se graduaban, y yo no. Seguía estancado en mi depresión y era testigo de cómo estudiantes que no sabían distinguir ni siquiera una palabra grave de una esdrújula, conseguían trabajo escribiendo en periódicos y revistas.

E igual, yo no hacía nada para cambiar eso, más que quedarme de brazos cruzados y con el espíritu frustrado, porque sentía que no merecía esas oportunidades y todos esos complejos que solo un joven de clase socioeconómica media puede sentir. Por suerte, me cayó un trabajo, de esos que te exprimen al máximo. Y dejé de llorar, porque no es fácil quejarse cuando trabajas 14 horas al día. Y así terminó la lástima hacia mi persona, así cayeron poco a poco mis complejos (no todos, eh), así entendí que si quería un cambio, mínimo debía moverme.

Por eso me gustó tanto esta serie, que la puedo explicar así: “Girls es como si un director pupilo de Christopher Nolan dirigiera su versión de Sex and the city”. No digo más.

Gracias Serginho por el préstamo. Diste en el clavo.

Y si les dio curiosidad, acá les va un clip.

lunes, 13 de agosto de 2012

Somos un coctel de códigos

Se levanta y para apagar la alarma de su celular pulsa 3 dígitos. Sale de su casa y apaga la alarma: 4 números. Necesita desbloquear el iPod, 4 dígitos. 
Llega a su trabajo y para entrar al edificio: 4 letras. Para acceder a su computadora: 6 dígitos con una mezcla de mayúsculas, minúsculas, números y signos. Necesita sacar una llamada desde su cubículo: el número más el código de 5 dígitos. No puede entrar al sistema sin recordarse de 5 números y 3 letras consonantes y minúsculas.
Correo electrónico: 10 botonazos, Facebook: 11, Twitter: 7, Instagram: 8, Google+: 7. Maldito captcha, repite todo una vez más. Revisa su cuenta vía Internet: 4 pulsaciones. Necesita refaccionar, así que va al cajero a extraer dinero: 4 dígitos. 
Regresa a la oficina: repite 4 letras. Y no son ni las 10 de la mañana.

lunes, 30 de julio de 2012

Se jubilan los kickers

Fueron un regalo de mi madre cuando cumplí 26 años. De ahí, me han acompañado en muchos momentos.

Los tenía puestos cuando renuncié a mi primer trabajo y cuando comencé en el segundo.

También los vestí en el viajé de 24 horas por tierra al D. F. de México, para ver por primera vez a Pearl Jam.

Acariciaron la arena de Río de Janeiro y aguantaron la nieve de Detroit.

Con estos como calzado entrevisté a Black Eyed Peas, Gaby Moreno, Luis Von Ahn y Ronald McDonald.

Estuvieron conmigo en la cola de 4 horas para comprar mi entrada para ver a Metallica, me ayudaron a saltar en los conciertos de Megadeth, White Stripes y Calamaro, y más de un par con Bunbury y Café Tacuva.

También la primera vez que vi en el cine Eternal Sunshine of the Spotless Mind, Almost Famous, Lost in Translation y The Dark Knight (esta última en función de media noche).

Fueron los responsables de comentarios como: “vos no sos tan feo, pero esos tus zapatos te chingan”, y “los zapatos de un hombre dicen mucho lo que son, y los tuyos te hacen trizas”.

Recibieron la caída de más de una lágrima, mucho sudor y un par de gotas de sangre.

Hoy, los jubilo, después de casi 10 años de compañía. Se van con una sonrisa en el rostro, y no es una metáfora, la suela se despegó y parece que sonríen los jodidos.

lunes, 16 de julio de 2012

En rojo


El anciano comienza a cruzar la calle. El joven de rasta y con muleta le entrega cinco quetzales al niño limosnero, después levanta sus dedos índice y dice algo como “por ti viejo” o “puro viejo”, cerrando los ojos. Raro el chavo y linda su playera verde de Marley. El niño se guarda las monedas y sigue su tradicional desfile en medio de los vehículos.

La edecán con la cara más amargada del mundo entrega boletines acerca de una medicina, creo que es un medicamento pues está enfrente de una farmacia. A su lado se coloca un amigo de ella, o guarura, o enamorado, o yo qué sé quien es. Tal vez si ella no vistiera esos grandes tacones, él le llegaría por lo menos al hombro. Y no se le separa, la sigue a todos lados. La actitud es lo que vale.

El motorista que veo por el retrovisor me tiene nervioso. ¿A qué hora saca el fierro y me pide el celular? A la primera que se me acerque y le tiro el carro.

Y el príncipe a quien le di vía para que pasara, no me agradeció. Podría bocinarle o mentarle la madre, es un imbécil. Pero ya qué importa, el semáforo dio verde. Y si el viejo no se apura a llegar a la acera, le pasamos encima. Los semáforos cuando no están en verde, son una zona roja. Me ponen nervioso, además voy tarde al trabajo.

lunes, 2 de julio de 2012

El friki-fan de Queen


Estaba sentado, con los ojos bien abiertos, la boca también. Esperaba a que el grupo argentino Dios Salve a la Reina (quienes presentan un tributo a Queen) saliera a dar declaraciones en conferencia de prensa. Él abría y cerraba las piernas, se acariciaba las manos, no parpadeaba.

Su enciclopedia de Queen, playera negra del grupo y bigote a lo Freddie Mercury lo delataban. Era un friki-fan de la agrupación inglesa. Esa mañana llegó a conocer a la banda tributo, a verlos de cerca, a celebrar su frikismo.

Me acerqué para platicarle. Quería compartirle que la carga emocional de Innuendo (1991) me encanta, que cuando escucho Crazy little thing called love me dan ganas de bailar, que Who wants to live forever me hace llorar. Pero fue imposible. El show era él, con su rostro encendido de emoción y ansiedad. Él nunca pudo ver a Queen en vivo, pero putamadre, se sabe toda la vida de la banda, fechas que nadie debería saber, listados de conciertos que ningún humano tiene razón para memorizar. 

Cuando la banda entró al salón, él tomó como cien fotos, los veía, reía… inclusive, respondía en voz baja algunas preguntas que hacían los periodistas. Al finalizar la conferencia decidí tomarle con su cámara un par de fotos de él con la banda. Y ahí se metió en medio de ellos, levantando los brazos en señal de victoria, como cuando el mismísimo Freddie le pedía al público del Wembley que le respondieran el “we will rock you”.

Al final conversó unos segundos con los músicos. Ellos le autografiaron su biblia Queen, sus revistas, sus posters y su bandera de Inglaterra. Ese friki-fan se fue a su casa con una sonrisa en el rostro. Feliz.

Y después de eso, tan solo me queda decir “¡Por la gran puta! Qué bello es el rock”

lunes, 25 de junio de 2012

Suena Polly


Una noche de 2012 llovía fuerte. Yo regresaba a casa en bus urbano y a través de mi walkman escuchaba el final del lado A del Nevermind (1991). Sonaba Polly mientras el agua corría por la ventana. No solo las calles citadinas se inundaban en esa ocasión, mi estabilidad se hundía en segundos. Mis problemas de adolescente me tenían vencido, ya saben, esos clavos de que padres no tienen ni puta idea, de que se va a reprobar una clase, de que alguien perdió un mi buen caset, de que la chica especial dijo que uno es feo. Polly era el soundtrack perfecto, esa canción opaca y torcida definía el momento. Y olía a desagüe, fragancia adecuada para decorar el momento.

Ahora, 20 años más tarde, mientras regreso en carro a casa durante la noche, el shuffle del iPod me tira Polly, esa misma tétrica versión acústica. Los problemas en 2012 no son los mismos de hace dos décadas, aunque tengo la sensación de que el agua seguirá cayendo por mucho tiempo, y continuará su curso sin pedirme permiso. Inclusive, temo de ahogarme en ella. Aunque ya no huele a desagüe, me llega un ligero olor a mierda. Y Polly sigue sonando, como si nada estuviera pasando.

lunes, 18 de junio de 2012

Minireseñas: Norah Jones, Slash, Jack White, Garbage y Chimes of Freedom – The songs of Bob Dylan


Tuve la oportunidad de escuchar cinco discos que esperaba con ansias este año. Aunque encontré un par de frustraciones, no todo está perdido en el campo melómano del 2012. Aquí van estas minireseñas.

¿Lados B de The Fall?
Si existiera el término “menos mejor”, eso sería Little Broken Hearts (2012), de Norah Jones. Por momentos se tiene la sensación que escuchamos los lados B de su precioso álbum anterior The Fall (2009). Le falta agarre, profundidad y nostalgia, razón de tantos Grammy, ventas y fanáticos de esta flamante reina de la melancolía.
Video: Happy pills


Si Dylan es dios, los covers son sus inquietos angelitos
Chimes of Freedom – the songs of Bob Dylan (2012) es una colección de canciones de Bob Dylan cantadas por otros artistas y empaquetado en 4 CDs. Este proyecto no busca que la gente compre los 4 discos, más bien es para que cada consumidor baje de 3 a 10 canciones en iTunes. Hay versiones fantásticas como la de Adele, Dave Matthews Band y Ziggy Marley. Pero después de escuchar estas rolas con la voz de Johnny Cash, como que uno se da por satisfecho.
Video: Make you feel my love, de Adele


Le perdono hasta un homicidio
No solo voy a la mitad de mi libro Slash, también le tengo mucho cariño a este artista. El disco Apocalyptic Love (2012), de Slash, suena como si metiéramos en una licuadora a Aerosmith con The Ramones, y pulsáramos BLEND. Las canciones You’re a lie y One last thrill nos regresan a sus raíces del decadente Sunset Boulevard, donde creció, se hizo famoso y casi muere. Me atrevo a decir que es un disco diseñado para salir de gira.


Jack, te extrañábamos
Jack White, ese gran músico y líder de la desaparecida banda (por ahora) The White Stripes, grabó uno de los discos más interesantes del año. Es un deleite escucharlo porque acopla todas sus influencias, sin saturar. Rock&roll, folk, blues, balada… se escucha de todo durante las 13 canciones.Y como siempre, la tristeza y desamparo en sus letras siguen tan vigentes como desde sus inicios.



Mal uso del reciclaje
Garbage regresó. Eso debería ser una buena noticia, pero se descarta después de escuchar su nuevo disco Not your kind of people (2012). No sé si estoy demasiado viejo, pero soy fiel creyente de que este sonido electro-rock se había enterrado por su propio bien. Es tan saturado y repetitivo que aburre. Y las letras pareciera que las escribió Ashlee Simpson cuando tenía 13 años. Eso sí, Shirley Manson sigue tan hermosa como hace 2 décadas. ¿20 años?, sí, envejecimos.

lunes, 11 de junio de 2012

¿Así o más fan? Gaby Moreno



Había tenido 3 oportunidades para conocer a Gaby Moreno en persona y que autografiara mis discos. Pero no me los tomé muy en serio. No soy mucho de autógrafos o tomarme fotos con famosos, nunca me ha gustado mucho, o no he estado tan cerca de Tom Yorke o Tori Amos… por decir algunos.

Así que la adrenalina corrió cuando tuve la tarea de llevar a la cantante guatemalteca al lugar donde trabajo, para que se sentara a platicar con todos los editores por una hora y al final nos cantara un par de canciones. Todo esto como parte de la edición especial “Gaby Moreno” que se lanzaría una semana después y cuya portada está acá arriba del post.

Después de varios emails pidiendo su presencia, llegó el día de su llegada. Despertó mi ser más pesimista y sentí que quedaríamos plantados con raíces, hojas y abono. Pero arribó puntual, con guitarra al hombro y amplificador en mano (la verdad fue su hermana quien lo cargó).

Ahí estaba sentada con nosotros esta artista que conquistó mi gusto melómano desde la primera vez que la escuché, en 2010. Muy sencilla y honesta respondió todas las preguntas, desde las más sesudas hasta las más campechanas. “¿Tocarías en la boda de un amigo?”, “¿te cae bien Arjona?” o “¿qué pensás del presidente de Guatemala?”, fueron algunas.

Y para terminar nos cantó cuatro canciones en una especie de concierto íntimo con las rolas Mess a good thing, Quizás, Greenhorne man y una versión corta y bluesera de Fuiste tú. Impresionante.  

Al final de la sesión de fotos no me aguanté y metí la cabeza mientras ella posaba con mi amigo Stanley, y luego firmó mis discos. Para ese momento ya había mutado de periodista a fan. A su salida le ayudé cargando al carro su guitarra de los años cuarenta.

Un gran día, existen pocas palabras para describir la sensación de conocer en persona a uno de tus artistas favoritos. Como dijo Eddie Vedder cuando conoció a sus ídolos de The Who: “esperé diez años para conocerlos como iguales, como colegas y no como fanático, y cuando los conocí no pude evitar regresar a ser un fanático cualquiera”.

 Aquí una probadita de la chava: Mess a good thing.
 Y su página web: www.gaby-moreno.com


lunes, 28 de mayo de 2012

Porque te quería ver


Ella levantaba los brazos cuando hablaba. Él se mantenía inmóvil. La pareja estaba sentada en una mesa al lado del cajero automático. Él se veía impecable con su peinado bañado en gelatina y una chaqueta verde. Ella lucía un chongo estilo “acabo de levantarme” y un sudadero café. Él sonreía, ella no.

“No entiendo por qué querés verme”, dijo ella agitando las manos. “Te quería ver, ¿hay algo malo en eso?”, respondió con frialdad.

“Mi mamá te odia, por cierto”, dijo ella. “Qué raro, si cada vez que me la encuentro me saluda muy amigablemente, hasta nos abrazamos”, comentó él. 

Mantuvieron algunos segundos de silencio.

“Pues mis amigos sí te odian”, añadió ella, meneándo la cabeza de lado a lado. “Para nada, si en Facebook nos saludamos y compartimos música, tú no lo vez porque desde que cortamos eliminaste tu perfil”, comentó él.

Hubo otros segundos sin hablar.

“Es que no entiendo por qué me llamaste para que nos viéramos”, repitió ella. “Ya te dije, solo quería verte”, dijo él.

El cajero me entregó los billetes que solicité, así que ya no tenía nada más qué hacer al lado de la pareja. Tuve que alejarme, y me fui preguntando por qué jodidos ese chato la quería ver. En una última vista, ya lejos, a ella se le veía abrir los brazos de vez en cuando, él se mantuvo como un monje tibetano en plena meditación.

A veces los exnovios pensamos como niños borrachos.

lunes, 7 de mayo de 2012

La modelo


Yo: Mirá, ella es una de las modelos chapinas que más me gustan. ¿Vos la conocés, verdad?
Mi amiga: Sí, ella es linda. Aunque esas sus extensiones ya se ven viejas. Debería retocarse el color del pelo otra vez. Y esos lentes de contacto verdes me encantan, no me gustaban sus ojos oscuros. Y se arregló los dientes, notá, todos blancos y rectos, así no eran. Y como que se hizo algo en los pómulos, pero eso no me consta. Lo que sí me contó fue lo del botox, por eso la gran trompa que trae. Y esas chichotas y el culón son marca tica, allá fue la inflada. Y si no me equivoco, la lipo fue en Miami. Quedó linda.
Yo: Sí, lindo bodrio.
Mi amiga: Callate, ¿vos qué sabés de belleza?

lunes, 30 de abril de 2012

Sin Rock&Roll All Stars

Hoy hubiera publicado en este espacio acerca del concierto de RockNRoll All Stars, cuya fecha era el 1 de mayo antes de cancelarse por razones más que misteriosas. En el post habría tocado el tema de que el milagro no es que estos señores estén vivos, más bien es que estas leyendas del rock sigan activos dentro de la industria musical.

Hubiera mencionado que en lo personal, mi ilusión era ver por primera vez a Duff McKagan, uno de mis ídolos de mayor pasión durante la adolescencia y de quien todavía me llega su música. Toca el bajo de una manera que a uno se le antoja, se ve fácil, parece de lo más divertido y me obliga a decir “dame un bajo y ahorita te toco la intro de It’s so easy”.

También hubiera escrito sobre Joe Elliot, de quien ya tuve la oportunidad de verlo cuando Def Leppard vino a Guatemala durante una casi transparente gira Slang. Y aunque la Plaza de Toros estuvo semivacía esa noche, Joe cantó como si se tratara del Wembley Stadium a reventar.

Y de Sebastian Bach, y de Gene Simmons, y de Mike Inez... y hasta de las Budweiser (patrocinador) que pensaba tomar.

En vez de tantos "hubiera", prefiero mencionar ese fatídico círculo vicioso guatemalteco de conciertos de rock, en donde las bandas internacionales no vienen a dar concierto porque les da miedo no vender entradas, y cuando deciden venir la gente no las compra por miedo a que cancelen el evento, y por falta de boletos entonces los conciertos se cancelan. Y así viene y va la bolita desde hace años, o desde siempre.

Por ahora, espero que me reembolsen lo de mi entrada, y me quedo sin disfrutar a los ídolos. Pero si todo sale bien, estaremos viendo a Jarabe de Palo en unos días, si es que no cancela por falta de... esto ya lo saben.

lunes, 23 de abril de 2012

La chica con aliento de dragón – Parte 3 y final


Julio sacó una moneda de veinticinco centavos y la tiramos. Cayó cara, significando que debíamos acompañar a esa señorita por unos minutos más. Probamos dos de tres con la moneda, y volvió a caer cara. ¿Podía ser más maldita esa noche?

A los pocos minutos ella se animó a caminar algunos pasos hasta llegar a un teléfono público. Yo carecía de monedas, así que usamos la de Julio, la de la suerte, para realizar la llamada. Ella marcó un número y nuevamente comenzó la murmurada. Le arrebaté el auricular y pregunté quién hablaba. “Soy Javier”, dijo una voz preocupada. Me presenté y le narré algo como que encontramos a una chava de pelo liso con mechón azul, playera de Testament, demasiado peda para hablar y le pedí llegara a recogerla.

Esperamos diez minutos para que se apareciera un Datsun rojo, descuidado, con música a todo volumen. Se bajó un tipo delgado, con el pelo rapado, traje de cuero y mostrando algunos tatuajes en los brazos. Vio a la chica, se le acercó y le dirigió una manada en el rostro, digna de un boxeador profesional. Creo que sonó "poch". El golpe aterrizó en su frente, dejándola en el suelo y más atarantada. Con Julio de inmediato levantamos los brazos en muestra de paz, pero en verdad temimos por nuestra vida.

El encuerado tomó a su presa del pelo y la arrojó al asiento del copiloto en el Datsun. Luego volteó su mirada demente hacia nosotros. Comenzamos a explicarle que no la conocíamos, que la encontramos en la camioneta, bla bla bla… él se limitó a examinarnos con sus ojos irritados. “A ustedes los he visto en los Attacks, y tu apellido el Lepe, sí pues, yo estudié con un Lepe, era un imbécil… saben qué, mejor préstenme 20 pesos para la gasolina, así me llevo a esta pisada”, nos dijo. Yo le di los últimos siete quetzales de mis bolsillos, Julio se declaró en quiebra muy valientemente.

Y mientras el carrito colorado desaparecía de nuestras vistas, la aventura de ese sábado por la noche terminaba. Me pregunté en voz alta si alguna vez la volveríamos a ver, a lo que mi amigo respondió “espero que sí, me debe veinticinco len”.

Tres semanas después, en otro Trash Attack organizado en una bodega abandonada, la volvimos a ver. Decidimos no acercarnos por miedo a que nos acusara de haberla emborrachado, drogado y golpeado aquella noche. A diez metros de distancia la observamos hablar con sus amigas, sonreir, gritar cuando sonaba alguna de Metallica, tomar cerveza, fumar cigarros de extraña procedencia y tomar unas misteriosas cápsulas anaranjadas.

lunes, 16 de abril de 2012

La chica con aliento de dragón – Parte 2


Si el aliento no era suficiente para llamar la atención de algunos pasajeros de la camioneta, esta sorprendente chica los escandalizó a todos con sus violentos sonidos al arrojar un vómito colorado por la ventana, y dejar escapar un poco en el interior del bus. El vómito no era tan rojo como para ser sangre, ni tan anaranjado para estar ocasionado por una Orange Crush.

“Está drogada, tírenla por la puerta”, gritaba una señora, mientras abrazaba a un niño y le tapaba los ojos y la nariz. “No está drogada, está endemoniada, tiene al chamuco adentro”, decía un señor con playera del Bayer Munich y gorra de los Rojos del Municipal. Muchos alegaban, pocos miraban el espectáculo, algunos se notaban asqueados, nadie ayudaba.

A dos cuadras de nuestra parada de bus, el piloto notó el relajo y detuvo el vehículo. Caminó hasta la parte de atrás junto con su ayudante y me encontró sosteniéndole la cabeza a esta joven mujer. Nos ordenó que bajáramos a “nuestra amiga” por la puerta trasera ofreciéndonos su asistencia. Julio intentó explicarle que no la conocíamos, que era la primera vez que le hablábamos, pero su explicación no rindió fruto. Tomamos las piernas, el piloto y el ayudante los brazos. Nosotros levantamos, ellos no, así que la cabeza de esta roquera rebotó como balón de básquetbol en el asiento, las gradas, la calle y la orilla de la acera.

El bus se alejó dejándonos a la muchacha tirada en el suelo en medio de una nube de humo, una escena digna de un gran filme de aventura… o de terror.

La ayudamos a levantarse y la colocamos al lado de un poste de ALTO para que se recostara. Comenzó a murmurar una palabra, parecía “joder”, o “ayer”. Reaccioné que estábamos sobre la Calzada San Juán, a casi la media noche, con una chava que no sabíamos su nombre, dónde vivía o qué diablos se había tragado.

Le veía su rostro, vivo pero perdido. ¿Quién era ella? ¿Por qué iba sola en el bus?

“Mi huevo, yo no la puedo llevar a mi casa y me da pena dejarla acá, llevátela vos”, me dijo Julio. Así era mi amigo, a veces se le escapaba un apellido de a huevo. Ignoré su idea y se me ocurrió otra. Le propuse muy animado “vá, cara o escudo, si cae cara nos quedamos, si queda en escudo la dejamos, ya no me importa”. Julio asintió con un leve movimiento de cabeza.

Ver también La chica con aliento de dragón - 1ra. Parte.

lunes, 9 de abril de 2012

La chica con aliento de dragón – Primera parte


A principios de los noventa, con mi amigo Julio éramos dos adolescentes aburridos de la vida y de nosotros mismos, como muchos imagino. Nos desahogábamos en la música, sobre todo en el rock. A veces parecíamos una especie chapina de Beavis & Butthead, pero un poco menos estúpidos, eso espero.

Una noche salimos cansados de un Trash Attack (así se llamaban los conciertos con bandas nacionales de rock Metal y Trash). Se celebró en un salón de la Avenida Bolívar, el cual los domingos se llena de trabajadores que solo descansan ese día, y lo deciden pasar bailando marimba.

Nos subimos a una de las últimas camionetas de la noche. Julio me señaló a una chica sentada en el último asiento. Él tenía una facilidad para hablarle a mujeres de toda edad y nunca supe qué tanto les decía. “Mirala, ella estaba en el concierto y creo que vive en nuestra colonia. Yo le hablé una vez, pero no recuerdo su nombre. Vamos a acompañarla”, me dijo. Su pelo era liso y le llegaba hasta el cuello, y un mechón azul le tapaba la mitad del rostro. Vestía una playera gris de Testament y un pantalón de lona roto de las rodillas. Su cara era bonita, con todo y el mal maquillaje. La noche había sido amarga, así que la idea de hablarle a una chava bonita y roquera hubiera podido salvar la velada.

Nos llamó la atención que aunque el bus iba casi lleno, alrededor de ella estaba vacío. Nos acercamos y la saludamos. Ella nos volteó a ver con sus ojos rojos y semi cerrados, y nos saludó con un “hola”.

De su boca salió una pestilencia que ninguna rinitis hubiera detenido. Era un aliento repugnante. Recuerdo, era una mezcla de ron, tabaco, mariguana, vómito y papalinas. Ah sí, y sangre. Julio comenzó a toser con intensidad. Le advertí que si vomitaba, yo también lo haría, y pedí que se aguantara o se alejara. Y así, entendí por qué ningún pasajero se le había acercado.

Después de su cálido saludo, se limitó a balbucear palabras. Julio decidió alejarse. Yo me tapé la nariz con mi camisa y traté de averiguar si se sentía bien, aunque sus ojos brillosos y rojizos ya me daban una pista de la respuesta.

“Acompañémosla hasta la colonia y tratemos de llevarla hasta su casa, si es que se acuerda donde vive”, gritó mi amigo desde lejos. Levanté mi pulgar en señal de aprobación y cuando volteé la mirada la chava, noté que lloraba. Saqué una servilleta sucia de mi bolsillo y le limpié un poco las lágrimas. Pensaba que ella debía sentirse fatal. Luego sacó la cabeza por la ventana y comenzó a vomitar.