lunes, 16 de abril de 2012

La chica con aliento de dragón – Parte 2


Si el aliento no era suficiente para llamar la atención de algunos pasajeros de la camioneta, esta sorprendente chica los escandalizó a todos con sus violentos sonidos al arrojar un vómito colorado por la ventana, y dejar escapar un poco en el interior del bus. El vómito no era tan rojo como para ser sangre, ni tan anaranjado para estar ocasionado por una Orange Crush.

“Está drogada, tírenla por la puerta”, gritaba una señora, mientras abrazaba a un niño y le tapaba los ojos y la nariz. “No está drogada, está endemoniada, tiene al chamuco adentro”, decía un señor con playera del Bayer Munich y gorra de los Rojos del Municipal. Muchos alegaban, pocos miraban el espectáculo, algunos se notaban asqueados, nadie ayudaba.

A dos cuadras de nuestra parada de bus, el piloto notó el relajo y detuvo el vehículo. Caminó hasta la parte de atrás junto con su ayudante y me encontró sosteniéndole la cabeza a esta joven mujer. Nos ordenó que bajáramos a “nuestra amiga” por la puerta trasera ofreciéndonos su asistencia. Julio intentó explicarle que no la conocíamos, que era la primera vez que le hablábamos, pero su explicación no rindió fruto. Tomamos las piernas, el piloto y el ayudante los brazos. Nosotros levantamos, ellos no, así que la cabeza de esta roquera rebotó como balón de básquetbol en el asiento, las gradas, la calle y la orilla de la acera.

El bus se alejó dejándonos a la muchacha tirada en el suelo en medio de una nube de humo, una escena digna de un gran filme de aventura… o de terror.

La ayudamos a levantarse y la colocamos al lado de un poste de ALTO para que se recostara. Comenzó a murmurar una palabra, parecía “joder”, o “ayer”. Reaccioné que estábamos sobre la Calzada San Juán, a casi la media noche, con una chava que no sabíamos su nombre, dónde vivía o qué diablos se había tragado.

Le veía su rostro, vivo pero perdido. ¿Quién era ella? ¿Por qué iba sola en el bus?

“Mi huevo, yo no la puedo llevar a mi casa y me da pena dejarla acá, llevátela vos”, me dijo Julio. Así era mi amigo, a veces se le escapaba un apellido de a huevo. Ignoré su idea y se me ocurrió otra. Le propuse muy animado “vá, cara o escudo, si cae cara nos quedamos, si queda en escudo la dejamos, ya no me importa”. Julio asintió con un leve movimiento de cabeza.

Ver también La chica con aliento de dragón - 1ra. Parte.

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