lunes, 30 de julio de 2012

Se jubilan los kickers

Fueron un regalo de mi madre cuando cumplí 26 años. De ahí, me han acompañado en muchos momentos.

Los tenía puestos cuando renuncié a mi primer trabajo y cuando comencé en el segundo.

También los vestí en el viajé de 24 horas por tierra al D. F. de México, para ver por primera vez a Pearl Jam.

Acariciaron la arena de Río de Janeiro y aguantaron la nieve de Detroit.

Con estos como calzado entrevisté a Black Eyed Peas, Gaby Moreno, Luis Von Ahn y Ronald McDonald.

Estuvieron conmigo en la cola de 4 horas para comprar mi entrada para ver a Metallica, me ayudaron a saltar en los conciertos de Megadeth, White Stripes y Calamaro, y más de un par con Bunbury y Café Tacuva.

También la primera vez que vi en el cine Eternal Sunshine of the Spotless Mind, Almost Famous, Lost in Translation y The Dark Knight (esta última en función de media noche).

Fueron los responsables de comentarios como: “vos no sos tan feo, pero esos tus zapatos te chingan”, y “los zapatos de un hombre dicen mucho lo que son, y los tuyos te hacen trizas”.

Recibieron la caída de más de una lágrima, mucho sudor y un par de gotas de sangre.

Hoy, los jubilo, después de casi 10 años de compañía. Se van con una sonrisa en el rostro, y no es una metáfora, la suela se despegó y parece que sonríen los jodidos.

lunes, 16 de julio de 2012

En rojo


El anciano comienza a cruzar la calle. El joven de rasta y con muleta le entrega cinco quetzales al niño limosnero, después levanta sus dedos índice y dice algo como “por ti viejo” o “puro viejo”, cerrando los ojos. Raro el chavo y linda su playera verde de Marley. El niño se guarda las monedas y sigue su tradicional desfile en medio de los vehículos.

La edecán con la cara más amargada del mundo entrega boletines acerca de una medicina, creo que es un medicamento pues está enfrente de una farmacia. A su lado se coloca un amigo de ella, o guarura, o enamorado, o yo qué sé quien es. Tal vez si ella no vistiera esos grandes tacones, él le llegaría por lo menos al hombro. Y no se le separa, la sigue a todos lados. La actitud es lo que vale.

El motorista que veo por el retrovisor me tiene nervioso. ¿A qué hora saca el fierro y me pide el celular? A la primera que se me acerque y le tiro el carro.

Y el príncipe a quien le di vía para que pasara, no me agradeció. Podría bocinarle o mentarle la madre, es un imbécil. Pero ya qué importa, el semáforo dio verde. Y si el viejo no se apura a llegar a la acera, le pasamos encima. Los semáforos cuando no están en verde, son una zona roja. Me ponen nervioso, además voy tarde al trabajo.

lunes, 2 de julio de 2012

El friki-fan de Queen


Estaba sentado, con los ojos bien abiertos, la boca también. Esperaba a que el grupo argentino Dios Salve a la Reina (quienes presentan un tributo a Queen) saliera a dar declaraciones en conferencia de prensa. Él abría y cerraba las piernas, se acariciaba las manos, no parpadeaba.

Su enciclopedia de Queen, playera negra del grupo y bigote a lo Freddie Mercury lo delataban. Era un friki-fan de la agrupación inglesa. Esa mañana llegó a conocer a la banda tributo, a verlos de cerca, a celebrar su frikismo.

Me acerqué para platicarle. Quería compartirle que la carga emocional de Innuendo (1991) me encanta, que cuando escucho Crazy little thing called love me dan ganas de bailar, que Who wants to live forever me hace llorar. Pero fue imposible. El show era él, con su rostro encendido de emoción y ansiedad. Él nunca pudo ver a Queen en vivo, pero putamadre, se sabe toda la vida de la banda, fechas que nadie debería saber, listados de conciertos que ningún humano tiene razón para memorizar. 

Cuando la banda entró al salón, él tomó como cien fotos, los veía, reía… inclusive, respondía en voz baja algunas preguntas que hacían los periodistas. Al finalizar la conferencia decidí tomarle con su cámara un par de fotos de él con la banda. Y ahí se metió en medio de ellos, levantando los brazos en señal de victoria, como cuando el mismísimo Freddie le pedía al público del Wembley que le respondieran el “we will rock you”.

Al final conversó unos segundos con los músicos. Ellos le autografiaron su biblia Queen, sus revistas, sus posters y su bandera de Inglaterra. Ese friki-fan se fue a su casa con una sonrisa en el rostro. Feliz.

Y después de eso, tan solo me queda decir “¡Por la gran puta! Qué bello es el rock”