Por ratos descubrí
que no me gusta bailar en las discotecas, bodas y demás ocasiones en
mi país porque la música es horrible o ya me envejeció del
aburrimiento. En Guatemala estamos bailando la misma música desde
hace 5 años. Esa salsa, ese reguetón, ese interminable mix de Olga
Tañón, ese maldito “Meneito” que me hace transpirar solo de ver
la coreografía… eso no existía allá, en la Roof Lounge Bits.
Ritmos y beats ingeniosos, un poco de electrónica, de pop, de rock, de
Pharrell, de Sheeran, de Lorde, de Harris, de Guetta, de Rihanna.
Hasta Pitbull sonaba como un genio de la melodía. Si no era lo
mejor, por lo menos lo sentí novedoso, fresco, “trending” diría
por ahí la mara cool.
Al final me desahogué moviendo la cabeza, cantando, tomando una que otra cerveza. No se me dificultó pasármela bien. Fue un victoria fácil, aunque por ratos pensaba que no merecía estar en ese lugar. Como dice el personaje de John Cusack en "High Fidelity": "Me sentía falso, como esos tipos que se rapan la cabeza y de repente comienzan a decir que toda su vida han sido punk".
¿Caquero? Bastante.
¿Molesto? No mucho, y menos cuando eres invitado de un viaje de prensa. ¿Lo repetiría? Puede debatirse, aunque confieso, hubiera preferido estar
en el stagebar del segundo nivel escuchando un medio aburrido
tributo a Soda Stereo, en un sofá cómodo, sin compañía y con un
coqueto bar abierto, y cantando a gritos (en mi cabeza) “no quiero
soñar mil veces las mismas cosas”.
También dicen que viajar
abre la mente.