martes, 3 de septiembre de 2013

Antes del anochecer – la historia de amor de las largas caminatas y las conversaciones interminables

Cuando vi Antes del amanecer (1995), cortesía de las decenas de películas en videocasetes que mi amigo Sergio me prestó durante la universidad, sentí que se abrió la puerta a la fantasía romántica y cursi en mi mente. Comencé a creer que era posible que existiera esa mujer que encontraría de casualidad mientras buscábamos libros o discos en una tienda, tropezaríamos y nos enamoraríamos. Me salvaría de la miseria y la soledad. Disfruté el filme tres veces en menos de 20 horas: una vez en la noche, otra en la madrugada y una última ocasión horas antes de regresarlo, pues Sergio guardaba un horario estricto para las devoluciones de los casetes. Y confieso, utilicé un par de veces la frase de Jesse, esa de “en el futuro te arrepentirás de no acompañarme, mejor sal de dudas hoy mismo”. Y funcionó, esa maldita frase funcionó un par de ocasiones.

Trailer acá.

En el caso de Antes del atardecer (2004), salí corriendo del trabajo para verla en un miércoles de dos por uno en el cine, escondido de mi novia en esa entonces porque quería verla solo. No tenía tiempo de explicar lo importante que era saber si Jesse y Celine se encontraron en la estación del tren diez años antes. En la sala estábamos dos señoras y yo, con suerte, porque tres personas era lo mínimo que se necesitaba para que proyectaran la película. Al finalizar, sentí que había visto una joya. Salí flotando de la sala. Las señoras fueron casi corriendo a Atención al Cliente para pedir su dinero de regreso, porque aseguraron que la película estaba incompleta y le habían quitado el final. “Pobres viejas ignorantes, mejor que vayan a ver su telenovela de la tarde”, pensé. Es interesante que me creyera un gran cinéfilo de importancia solo porque veía de tres a cinco películas a la semana. ¿Quién habrá sido el ignorante?

Trailer acá.

Y cuando vi Antes de la media noche (2013), en un dvd pirata, en la cama con mi esposa, en dos partes porque nunca nos da tiempo de ver películas enteras, me sentí dichoso de ser parte de esa gran historia de amor y me asusté de que por ratos fuera tan similar a la de nosotros, en lo bueno y en lo malo. Y es que a veces los canales de comunicación se agotan, se irritan, se hartan. Pareciera que la discusión fuera el deporte oficial del matrimonio, y como toda disciplina, con el tiempo hasta más cabrón se vuelve uno para discutir, para pelear, para herir. Al terminar el filme, después de un beso, le prometí a mi esposa dos cosas: que la amaría por 56 años más y que la escucharía de una mejor manera. A los días fallé en una, pero me sigo esforzando.

Y trailer acá.