Me urge una charla con Andrés Calamaro

Me urge una charla con Andrés Calamaro. Hasta le perdonaría su inclinación por querer ser el Dylan latinoamericano. Que por cierto, le va de maravilla.

Necesito me enseñe a caer porque Calamaro, cual gato, siempre cae de pie. Con la mujer, él no tiene la necesidad de enamorarla, ya que de él se enamoran solitas. Claro, luego lo dejan y él tiene que hacer una canción de despedida, pero ese es otro pedo y por hoy existen prioridades.

Y es que ya estoy cansado de que me pidan paciencia y yo pedir perdón. No quiero desear buena suerte y hasta luego. Tampoco recordar que al principio iba para torero, cobarde y artista; y me quedé en un rincón neutral.

Por supuesto, aprovecharía a contarle que he escuchado más de mil veces Para no olvidar, que Mi enfermedad es uno de los himnos de mi vida y que yo también brindo porque me olvido de los motivos porque brindo. Andrés entendería.

También quisiera culparlo por mi táctica de borrar antiguos besos en los besos de otras bocas, de amar aunque se hayan llevado la flor y me dejaron el florero; y más que todo, mi fascinación por las mordidas en la boca.

Creo que nos llevaríamos bien. Tenemos cosas en común, como las peleas por causas perdidas, hacemos caso omiso a consejos de no enamorarnos de ella, las ganas de echarse un porrito en el parque y que yo también tuve mi flaca, quien me clavó los puñales por la espalda, tan profundo.

Al final, lo que debo aprender es decir adiós como solo él lo sabe hacer, cuando sin decir las exactas palabras, envía el mensaje: con este adiós, de nosotros dos, yo no soy el que sale perdiendo.

¡Salud Andrés! Hoy quisiera ser el amigo que paga al vino.

Buena Suerte – Los Rodríguez.