Metallica – La chica trashera.
Para uno de mis últimos Trash Attack, decidí medio arreglarme por si llegaba esa chava trashera que me gustaba. Hoy sí le hablaría. Llegué solo. Julio, mi usual compañero, tenía una fiesta de 15 años de una su prima.
Llegué algo tarde. Habían algunas malas noticias. Una era que Misery no tocaría, así que extrañaríamos escuchar sus covers de Metallica. Pero había otro grupo nuevo que sí tenía planeado echarse algunas de ese grupo. La otra mala nueva era que el restaurante de comida china le había subido el precio a las bolsas con cerveza, y ya no me alcanzaba el dinero. Esa tarde yo no tendría vitaminas para el valor y el dolor.
Entré y ahí estaba ella, recostada en la pared viendo a la banda que tocaba. Pelo oscuro y corto, párpados y labios pintados de negro, pantalón de lona roto y ajustado a su cintura y piernas delgadas, y su típica playera de Metal up your ass, de Metallica.
Revisé que sus amigas, a quienes les decíamos “las brujitas”, no estuvieran cerca. Respiré profundo, me persigné (en mi mente) y me dirigí hacia ella. “Me llega tu playera”, le dije. Ella me vio a los ojos, bajó la mirada hacia mi camiseta de Damage Inc., también de Metallica, y colocó su dedo índice en mi pecho. “¿Mota?”, me preguntó. “No gracias", le respondí. Levantó su mirada otra vez a mis ojos, los cerró y dijo “que si TENÉS mota, no si querés”. Fue mi primera estupidez. “No tengo, pero te consigo”, le aseguré y me alejé de ella. Segunda estupidez, porque ¿de dónde iba yo a sacar un porrito para esta chava, si no tenía dinero y no conocía a nadie?
Mejor caminé a ver al siguiente grupo a presentarse. “Bueno malditos, el hijo de la gran puta del vocalista no vino, así que les cantaré yo, háganle huevos serotes”, dijo un chavo de casi dos metros de altura y con voz de enfurecido. Comenzaron a tocar From whom the bells toll, pero el improvisado cantante no daba bola, se le olvidaban las palabras y perdía los tiempos.
Sentí que alguien me tocaba la espalda. Era la chava, con un cigarrito de aquello en la mano. Me ofreció un jalón. “Que bien, ¿quién te lo dio?”, le consulté. “Mi trailer, él es amigo de este grupo que toca”, me respondió mientras sonaba una versión desafinada e instrumental de Creeping death. Voltié a ver a su novio y dealer, quien era un clon de Max Cavalera quien me observaba con cara de “hoy morirás patojito pisado”. Sin decir palabra opté por caminar a la salida y regresarme a la casa.
Al siguiente día llamé a Julio. “Vos, le hablé a la amiga de las brujitas”. “Que de a huevo mano, y ¿cómo se llama, tenés su teléfono?”, me preguntó. “No sé, no le pregunté vos”, respondí. “Ay David, a veces no sé qué pensar de vos”, concluyó.
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Comentarios
te lo promete q hasta unas palomitas de maiz sacoo.
saludos,
el Kontra: Que buena canción. Gracias por tu lectura. Orale.
Issa: de tímido... digamos que ya no soy tan peor. Gracias seño, un abrazo.
Paola: Gracias señorita, me alegro que te entretengan. A mí también me entretienen. Saludos.