Un romance del cinéfilo con la piratería

Sí, soy un hijo, un hermano, un amigo, un cinéfilo... pirata. Como todo gran romance, mi relación con la piratería comenzó con coqueteos, probaditas de lo prohibido y necesidad de placer. Los inicios fueron con la música y mi desempleo. Comprar un cd quemado al estilo "dos en uno" de los éxitos de Creedence, a un precio veinte veces menor que el original, fue el cachondeo perfecto. Luego, en 2005 llegó Cupido, encarnado en el cuerpo de Doña Dividí. Así le llamamos a la señora quien nos contactó a toda una oficina para vendernos películas baratas, ¡y por catálogo! No más pagos de moras en Blockbuster (siempre olvidaba las fechas de devolución), y no más gastar la mitad de mi salario en DVDs originales y de un precio exagerado en El Duende. Al fin, a disfrutar esas películas que los distribuidores en Guatemala nunca traerían. Si yo quería inyectarme 10 películas en un día, llamaba a Doña Dividí y ella se encargaba del paquete. Fue el éxtasis total. Mi colección creció, mi adicc...