Ser Felipe, o no ser

Felipe es aragán.
Yo soy huevón.

Él es soñador.
Yo lo fui, lo soy, lo seré.

Odia la escuela.
Yo la quemaría, como en el filme The Wall.

De amigas tiene a una peleonera feminista, un capitalista clase b y una fresita chismosa.
Yo tengo decenas de estos tipos.

Camino al colegio, Felipe se imagina jugando fútbol para la selección de Argentina, haciendo un gol, siendo el héroe, luego lesionándose para nunca jugar más.
Yo lo hacía al lado del Flaco Chacón o de Platini. Luego de Zidane.

Cuando pasa al frente de la clase a decir la tarea oral, llega sintiéndose pequeñito. Y si todo termina bien, se agiganta tanto que a penas cabe en el salón.
Yo casi casi igual.

Es despistado.
Yo confundo los nombres y gustos de las chavas que me gustan.

A veces es romántico.
De vez en cuando, yo escucho a mi corazón.

Su cabellera es terrible.
Yo me rapo.

Sus dientes van más allá de lo vidente.
Yo tuve brackets.

Al jugar a los vaqueros o a los policías, él siempre quiere estar en el bando de los “buenos”.
Yo también peleo por causas perdidas.

Su sentido del humor es lento.
Yo a veces necesito tutorías para chistes y bromas.

Su frase personal es: “Justo a mí me tenía que tocar ser como yo”.
Mi frase personal es: “Justo a mí me tenía que tocar ser como yo”.

La inseguridad que lleva es adorable.
La mía, no tanto, pero también soy inseguro.

Este niño es un feliz infeliz.
Yo soy un infeliz feliz.

Felipe es lo máximo.
Yo, lo tomo como símbolo y escribo en un blog mis ocurrencias e intereses para entretenerme y practicar con mi imaginación. Y claro, compartirlas.

Gracias Quino, por crear este fabuloso personaje.