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Mostrando entradas de abril, 2012

Sin Rock&Roll All Stars

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Hoy hubiera publicado en este espacio acerca del concierto de RockNRoll All Stars , cuya fecha era el 1 de mayo antes de cancelarse por razones más que misteriosas. En el post habría tocado el tema de que el milagro no es que estos señores estén vivos, más bien es que estas leyendas del rock sigan activos dentro de la industria musical. Hubiera mencionado que en lo personal, mi ilusión era ver por primera vez a Duff McKagan, uno de mis ídolos de mayor pasión durante la adolescencia y de quien todavía me llega su música. Toca el bajo de una manera que a uno se le antoja, se ve fácil, parece de lo más divertido y me obliga a decir “dame un bajo y ahorita te toco la intro de It’s so easy ”. También hubiera escrito sobre Joe Elliot, de quien ya tuve la oportunidad de verlo cuando Def Leppard vino a Guatemala durante una casi transparente gira Slang . Y aunque la Plaza de Toros estuvo semivacía esa noche, Joe cantó como si se tratara del Wembley Stadium a reventar. Y de Sebastian Ba...

La chica con aliento de dragón – Parte 3 y final

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Julio sacó una moneda de veinticinco centavos y la tiramos. Cayó cara, significando que debíamos acompañar a esa señorita por unos minutos más. Probamos dos de tres con la moneda, y volvió a caer cara. ¿Podía ser más maldita esa noche? A los pocos minutos ella se animó a caminar algunos pasos hasta llegar a un teléfono público. Yo carecía de monedas, así que usamos la de Julio, la de la suerte, para realizar la llamada. Ella marcó un número y nuevamente comenzó la murmurada. Le arrebaté el auricular y pregunté quién hablaba. “Soy Javier”, dijo una voz preocupada. Me presenté y le narré algo como que encontramos a una chava de pelo liso con mechón azul, playera de Testament, demasiado peda para hablar y le pedí llegara a recogerla. Esperamos diez minutos para que se apareciera un Datsun rojo, descuidado, con música a todo volumen. Se bajó un tipo delgado, con el pelo rapado, traje de cuero y mostrando algunos tatuajes en los brazos. Vio a la chica, se le acercó y le dirigió una manada ...

La chica con aliento de dragón – Parte 2

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Si el aliento no era suficiente para llamar la atención de algunos pasajeros de la camioneta, esta sorprendente chica los escandalizó a todos con sus violentos sonidos al arrojar un vómito colorado por la ventana, y dejar escapar un poco en el interior del bus. El vómito no era tan rojo como para ser sangre, ni tan anaranjado para estar ocasionado por una Orange Crush. “Está drogada, tírenla por la puerta”, gritaba una señora, mientras abrazaba a un niño y le tapaba los ojos y la nariz. “No está drogada, está endemoniada, tiene al chamuco adentro”, decía un señor con playera del Bayer Munich y gorra de los Rojos del Municipal. Muchos alegaban, pocos miraban el espectáculo, algunos se notaban asqueados, nadie ayudaba. A dos cuadras de nuestra parada de bus, el piloto notó el relajo y detuvo el vehículo. Caminó hasta la parte de atrás junto con su ayudante y me encontró sosteniéndole la cabeza a esta joven mujer. Nos ordenó que bajáramos a “nuestra amiga” por la puerta trasera ofreciéndo...

La chica con aliento de dragón – Primera parte

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A principios de los noventa, con mi amigo Julio éramos dos adolescentes aburridos de la vida y de nosotros mismos, como muchos imagino. Nos desahogábamos en la música, sobre todo en el rock. A veces parecíamos una especie chapina de Beavis & Butthead, pero un poco menos estúpidos, eso espero. Una noche salimos cansados de un Trash Attack (así se llamaban los conciertos con bandas nacionales de rock Metal y Trash). Se celebró en un salón de la Avenida Bolívar, el cual los domingos se llena de trabajadores que solo descansan ese día, y lo deciden pasar bailando marimba. Nos subimos a una de las últimas camionetas de la noche. Julio me señaló a una chica sentada en el último asiento. Él tenía una facilidad para hablarle a mujeres de toda edad y nunca supe qué tanto les decía. “Mirala, ella estaba en el concierto y creo que vive en nuestra colonia. Yo le hablé una vez, pero no recuerdo su nombre. Vamos a acompañarla”, me dijo. Su pelo era liso y le llegaba hasta el cuello, y un mechó...