The Hangover – borrar caset es terrible, pero las historias son fantásticas

La última vez que borré caset, fue hace 5 ó 6 años. Desperté en el suelo, pero recostando mi cabeza en una almohada. ¿Dónde estaba? Voltee a ver para todos lados, todavía miraba doble. Vi a mi amigo durmiendo en su cama. Era su habitación. Por lo menos ya sabía dónde había amanecido.

Cuando me levanté, ala gran puta, me percaté que yo estaba sin pantalón. Eso sí, con calzoncillo. Revisé que fuera mío. Gracias a Dios, lo era. Desperté a mi amigo y le pregunté qué había pasado. “Sos una mierda”, me respondió y siguió durmiendo.

No podía recordar nada y mientras más pensaba, más neuronas sentía que explotaban cuales cuetes en madrugada de cumpleañero. Comencé a buscar mi pantalón y no lo encontré en la habitación. Salí al baño y en el corredor me encontré con la madre de mi amigo. “Jeje, ¿estás vivo Lepe?" Me dijo riendo, pero no muy contenta. “Te voy a hacer un tu caldito de huevos”, prometió.

Entré al baño y sorpresa, ahí estaba mi pantalón, y mi pañuelo, y mi billetera, y mis llaves, y mi reloj, y mi gorra, y mi chumpa, y una servilleta con un número telefónico… parecía mi closet.

Me dirigí con mi amigo a rogarle que me dijera qué había sucedido. “¿Qué es lo último que recordás?”, me preguntó. Pues, mis últimas chispas de memoria fueron que en el lugar donde celebrábamos una despedida de soltero, a la mesa que más aplaudiera le llevarían a una niña. Yo me alebresté, quité la camisa y paré en el banco donde estaba sentado. Por supuesto, resbalé y caí. Después de ese instante todo es oscuro para mí. “No solo sos una mierda, sos bien mula”, me volvió a reclamar.

En semanas futuras se fue armando la historia con anécdotas de todos los testigos. Resulta que cuando me caí, boté la mesa con los vasos, las aguas, el hielo y la botella. Que todos se molestaron conmigo, pero yo me la seguí pasando genial. Quería forzar a una negrita a que me besara, me quitó de encima hasta que escribió su número telefónico en una servilleta, a la salida me entró el deseo de regresar caminando a mi casa, que me fueron a buscar por la Avenida Reforma porque ahí andaba yo felizmente practicando caminata a las 2 de la madrugada, que en la casa de mi amigo le vomité la sala, el corredor, el baño y la cocina. Y terminé mi noche dormido sentado en el inodoro, sin pantalones.

Tomando mi caldo de huevos recordé que tenía un almuerzo familiar con una chavita que me gustaba. Y qué le iba a decir de lo ocurrido esa noche. “Ella ya sabe todo vos”, me dijo mi amigo. ¿Cómo así? “Simón, la llamaste por teléfono en la madrugada para contarle todo”. Llegué a la conclusión, soy una mierda… y bien mula. Y ese fue el día en que decidí nunca más combinar cerveza, ron y tequila en menos de dos horas.

Vean la película Qué pasó ayer (The Hangover), una comedia muy recomendada.
Aquí el trailer (en español de mexicano, dirían por ahí).