Un regreso añejado

El cineasta sueco Ingmar Bergman dijo acerca de la vejez “envejecer es como escalar una gran montaña: mientras se sube las fuerzas disminuyen, pero la mirada es más libre, la vista más amplia y serena”. Mis familiares y amigos de 50 años de edad para arriba me dicen que yo actualmente a mis 35 años estoy en la plena flor de la juventud. Mucha emoción y apoyo en esas palabras, pero cada día que pasa se siente todo lo contrario. La idea de ver cada vez más lejos a la juventud la marcó mi regreso a la universidad este año, en un intento desesperado por cerrar uno de los círculos más fatídicos de mi vida: la carrera. Es fácil decir que me siento viejo cuando llego a la universidad y las chavitas con tacones más grandes que su cabeza suben más rápido las gradas que yo, y jadean menos al final. O que en mi clase nadie me gana en conteo de canas, y que en realidad casi les doblo en edad a varios, o que con algunos actuales catedráticos nos dimos copia en clases hace 15 años. Pero quitando lo ...