jueves, 12 de diciembre de 2019
Xamán nos dijo: “Feliz convivio y ¡salud!”
No todos los días se visita una cervecería artesanal, así que con esa misión, el equipo GES (o GES Team, como nos llama el Ing. Baessa) nos aventuramos a celebrar el convivio de fin de año. El destino final: la Cervecería Xaman.
Ya nada nos podía detener ese viernes, ni siquiera una ruta tan insólita como la que nos recomendó Waze al principio o el acostumbrado tráfico del demonio de Carretera a El Salvador. Pero llegamos.
Existe algo especial acerca de poner un pie en un lugar y que te den la bienvenida con la frase: “Andá a servirte tu chela”. Es algo tan acogedor…
El equipo de Xaman fue muy amable. El gerente comercial, que físicamente es casi un doble guatemalteco del comediante Jimmy Kimmel, nos explicó varios mitos y verdades de la cerveza. Ahora sabemos, por ejemplo, que pancita chelera es un mito. Vaya alivio, uff.
Después de comer nuestras merecidas alitas y pizza, los juegos de mesa se apoderaron de la velada: Uno, damas, jenga y mímica, entre otros. En mi caso, tuve la oportunidad única de demostrar mis terribles habilidades para el jenga. “Pero si se ve tan fácil”, pienso siempre que lo juego.
El duelo de mímica se convirtió en una pelea entre “El equipo de los jefes”, contra “Los demás”. Era más que obvio quién ganaría al final. Pero hubo muchas risas, eso siempre será valioso.
Unos minutos de convivencia y aprender cosas nuevas fueron suficientes para pasar una tarde agradable y tranquila, algo difícil de encontrar en el ritmo adrenalizado de diciembre.
Salí del convivio con un muy renovado ánimo y no me lo quitó nada, ni siquiera cuando me pidieron devolver la canasta navideña que había tomado de la salida de Xaman. “Las canastas no son de ustedes”, dijo una de las trabajadoras de Xaman, con cara de pocos amigos.
Fue una experiencia única para celebrar haber llegado a nuestras metas este año y a que vendrán nuevos retos en 2020… y una ocasión especial para desearnos lo mejor en este fin de año.
¡Que se la pasen bonito, compañeros!
martes, 30 de julio de 2019
Mötley Crüe “The Dirt” – Brindo por quienes alguna vez fumamos en el baño de hombres
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The Dirt es la película biográfica de Mötley Crüe. / Foto: Netflix |
Soy de la generación
“Dr. Feelgood”, ya que conocí de lleno a Mötley Crüe en 1991, con caset y playera
originales. Esa cinta tronaba, en serio. No exagero al decir que la escuchaba casi
todos los días, aunque algunas canciones no las entendí del todo hasta de
adulto. ¿Había una rola en honor al sexo oral?
La personalidad de
cada uno de los integrantes de Mötley Crüe era fascinante, pero la del
baterista, Tommy Lee, atraía de una manera tan encantadora que, durante los
noventa, se convirtió en una personalidad de la cultura pop, adentro y afuera
del grupo, además de un ícono en muchos de nuestros corazones.
Tocaba la batería en
un set que giraba verticalmente, cantaba y rapeaba en su propia banda y era
esposo de Pamela Anderson (con video íntimo incluido). ¿Qué más queríamos los
menores de edad en esa entonces?
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Los Mötley Crüe. / Foto: Instagram |
Claro, todos soñábamos ser como él. Y, ¿por qué no? Era de lo más cool en el planeta. Príncipe de la música, héroe del rock, gladiador de la vida. Y si no podíamos ser su clon, nos consolábamos con soñar que teníamos algo en común o un amigo como él.
A pesar de que la
película biográfica de Mötley Crüe, The Dirt, le retrata solamente su lado amigable
e ignora el agresivo, se disfruta mucho y se recuerda un poco su manera
grotesca de ser simpático y admirado.
Lo sigo en Instagram y
me alegra ver que, por ahora, además de la hazaña de seguir vivo, le va ganando
a la vida con una ventaja admirable.
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Mi caset de Dr. Feelgood, sobreviviente desde 1991. / Foto: David Lepe |
Fumar Malboro (si
había pisto Lucky Strike) y tomar una mal elaborada cuba libre en el baño de
hombres no se compara con las aventuras de los Crüe, pero a los quince años de
edad, era lo había. ¡Salud!
#MotleyCrue #TheDirt #TommyLee
martes, 23 de julio de 2019
“Chernobyl” y los villanos sin máscara
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La miniserie Chernobyl se narra en cinco capítulos. / Foto: HBO y Sky |
“He conocido a gente
más valiente que usted. Hombres que pudieron y no hicieron nada. Porque cuando
uno se juega la vida y la vida de las personas que ama, las convicciones
morales no significan nada, desaparecen. Y lo único que quieres en ese momento
es que no te maten”.
Esa es mi línea
favotira de Chernobyl, miniserie que narra los daños de la catástrofe nuclear
en Chernóbil ocurrida en 1986 y que, para mí, será una de las favoritas para
ganar todos los premios de televisión que desee.
Existen muchas lecturas
para esta historia (burocracia, ciencia, daños, historia, controversia,
mentiras). En lo personal me quedo con dos detalles inolvidables: La
cinematografía (me parece bárbara) y el “malo de la película”.
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Stellan Skarsgård, Emily Watson y Jared Harris protagonizan Chernobyl. / Foto: HBO y Sky |
Y los villanos, los
“malos de la peli”, esa gente que con mentiras y engaños intenta subir escalones,
por supuesto que terminan siendo odiosos. Meditando un poco, creo que los odié
tanto no solo porque eran personajes que por negligencia y avaricia afectaron a
miles de personas. Los aborrecí también porque se les añade que son personas
que conocemos, inclusive, con las que hemos trabajado.
Individuos que se
alimentan del daño a otros, que suben gradas pisoteando a sus compañeros,
líderes ineptos y testarudos que son incapaces de enseñar y solamente se
limitan a utilizar su don de asustar, gritar y castigar.
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Póster de Chernobyl. / Foto: HBO y Sky |
Por cierto, como
paréntesis, estos influencers que viajaron a Chernóbil para tomarse fotos en
los pueblos fantasma, ¿tanta estupidez en esas cabezas?
Confieso que después
de ver esta serie, surge una curiosidad de saber cómo se ven los lugares
evacuados. Pero, ¿aprovecharse de la tragedia para ganar seguidores en
Instagram? Lo más triste es que no me sorprende.
Muy recomendada esta
serie de HBO.
#Chernobyl #ChernobylSerie
miércoles, 17 de julio de 2019
The Simpson – Las risas ácidas y amarillas de la nostalgia
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Foto: Cortesía |
Si estaba en casa era
fácil, ya que era el único programa televisivo que podíamos ver en familia,
todos juntos, sin pelear, mientras cenábamos.
Dicha ceremonia casi
religiosa duró casi siete años. Al principio me sentía muy exclusivo, porque no
todos conocían esa serie de televisión. Y más importante: No a todos les hacía
gracia.
Podía repetir algunas
punch lines de Homero en una reunión o en el colegio, y algunos reían. Claro,
con los años conocí a personas con colección de figuras, camisetas, discos y
tatuajes de la familia amarilla. En ese momento, dejó de hacerme sentir
exclusivo.
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En el estreno de Fox Latinoamérica de la temporada 30 de The Simpsons. / Foto: Pato's Funko Show |
Ya después del 2000 los abandoné. Sus lugares en mi necesidad de reír con humor ácido y crítico fueron ocupados con el tiempo por South Park y Family Guy.
Así que, al haber sido
invitado hace unas semanas por Fox Latinoamérica al preestreno de los primeros
capítulos de la temporada 30 (la última sin el yugo de Disney), no pude dejar
de recordar mis momentos favoritos, como cuando Steven Tyler grita “Hola San
Luis” en su concierto en Springfield, o el capítulo en que Ayudante de Santa se
conoce con Bart. Un gran personaje ese chucho.
No sé si el hecho de
recordar nos ayude en algo más que alimentar la nostalgia. Pero al ver nuevamente
las tonteras de Homero, volví a reír, igual como lo hacía hace más de 20 años
en el comedor de mi casa junto con mis papás y hermanos, en paz, como una feliz
familia semidisfuncional y pacífica.
#TheSimpson #TheSimpsonSeason30
lunes, 8 de julio de 2019
Deliciosas piñas locas
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Foto: David Lepe Sosa |
Caminaba por la sexta
avenida con mi paraguas en la mano cuando me topé en el camino a dos jóvenes,
vestidos como si fueran a ejercitarse. Todos unos “gymboys”. Íbamos en la misma
dirección y sin querer me les acerqué un poco.
En esos momentos pensaba
en si llovería esa tarde o no, cuando uno de ellos volteó a ver y dirigió su
mirada a mí. Me vio de pies a cabeza. Seguí mi rumbo. Segundos después se dio
vuelta y sin sacar las manos de sus bolsillos me dijo con voz intimidante: “Qué
onda, ¿cuál es tu problema?”.
“Ninguno, tranquilo”,
le respondí, intentando no demostrarle miedo. Igual, no le estaba haciendo
daño, pensé.
Después de unos
cuantos pasos más se volteó nuevamente, su compañero también lo hizo. Sacó las
manos de sus bolsillos para decirme con voz más alta: “¿Querés una tu vergueada
o qué putas?”.
Levanté las manos y le
respondí mientras me cambiaba de acera para alejarme, y ya un poco asustado:
“Mano, tranquilo, voy a recoger a mi hija acá cerca, no pienso en hacerte
daño”.
Ellos siguieron
caminando y por ratos me volteaban a ver. Decidí sentarme en una banca para
esperar a que se fueran.
Medité por unos
minutos si mi look (playera, pantalón de lona y tenis) era la nueva imagen de
un asaltante, violador, villano de película de Tarantino o qué sé yo, mientras
leía en un colorido letrero de la cafetería de al lado: “Deliciosas piñas
locas”.
#PaseoDeLaSexta #CallesDeGuatemala #ParanoiaChapina
jueves, 4 de julio de 2019
Spiderman: Far From Home – Siempre es un buen día para ver una película de Spiderman
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En la Spider-Man Zone, en Galerías Miraflores. / Foto: David Lepe Sosa |
Cuenta la leyenda (más bien, cuenta mi madre) que cuando era
pequeño y comenzaba a perder en una chamusca contra mi papá, ya sea de futbol o
beisbol, me ponía a llorar de la frustración. Así que sacaba mi máscara de
Spiderman y decía: “Papa, ¿puede entrar a jugar el hombre araña?”, y de pronto el
destino del juego cambiaba y, por supuesto, el pequeño enmascarado terminaba
ganando.
“¿Y por qué se dejaba ganar mi papá?”, le pregunté hace poco
a mi madre. “Pues, porque era el hombre araña”, me respondió levantando los
hombros y moviendo la cabeza de un lado a otro.
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Un niño que soñaba ser Spiderman. / Foto: David Lepe |
Otra leyenda que se cuenta en mi familia es que, durante
algunos años de mi niñez, ni mis padres ni mis abuelos querían acompañarme al
cine a ver películas de Spiderman, porque pasaba la mitad del filme
preguntando: “¿Dónde está el hombre araña?”. O, de manera más literal: “¿Onde
ta omeaaña?”.
“Querías que ese hombre pasara con su traje trepado en las
paredes toda la película”, dice mi mamá cada vez que se recuerda.
Ha sido mi superhéroe favorito desde que tengo memoria.
Por lo que, una fresca tarde de mayo de 2002, después de ver
el estreno de “Spiderman”, con Tobey Maguire y Kristen Dunst, fue muy fácil
decir la frase: “Siempre es un buen día para ver una película de Spiderman”.
Y así la he repetido durante estos años. Por más mala o
débil que sea un filme del héroe arácnido, yo me la disfruto.
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Foto: Sony / Columbia Pictures |
Cuando Sony Pictures y la agencia UP me invitaron a ver el
estreno de “Spiderman: Far From Home”, no pude sentirme más que dichoso.
Sencillamente, la película es muy buena. Me encanta ver a un
Peter Parker chavito, con sus clavos existenciales de adolescente. La acción es
nuevamente increíble. Me emocionó ver a Spiderman afuera de las calles y edificios
de Nueva York. La relación de Peter y MJ es una dulzura. Y su amigo Ned se roba
más de un par de escenas.
Muy recomendada.
#SpidermanFarAwayFromHome #SpidermanLejosDeCasa #Spiderman
viernes, 20 de febrero de 2015
Searching For Sugarman – días de melancolía, de milagros y de aventura
El documental
comienza con una canción de folk, apuñalada con una voz tan triste
y melancólica como la letra. “Sugarman / won’t you hurry
/ ‘couse I’m tired of these scenes / For a blue coin / won’t
you bring back all those colors to my dreams”, son las palabras de
la canción acerca de la búsqueda de un dealer callejero.
Resulta
que existe una leyenda en Detroit de un cantautor que, después de
grabar dos grandiosos discos que nadie escuchó, decidió matarse
encima del escenario durante un concierto.
Los pocos que lo
conocieron lo describen como un ser oscuro y misterioso. Un espíritu
malentendido y torturado hasta cierto punto.
Además de esa
espeluznante trama, se disfruta de la música de este artista, que
por cierto, es genial. Algunos en el filme lo comparan con un joven
Bob Dylan, pero latino, siempre cantando en inglés. Todo esto se
incluye en el conmovedor e impresionante documental “Searching For
Sugarman”.
Hace algunos años,
por causas de trabajo, tuve la oportunidad de viajar a Detroit. Las
escenas del documental en la que muestran a una ciudad setentera, en
decadencia y pobreza, se parece mucho a la que conocí. Los paisajes
fríos e iluminados con luces neón, y la nieve mezclándose con
la tierra y tornándose café (o “color mierda” como me dijeron
allá).
Las calles están
solitarias casi siempre porque no hay razón de salir de las casas.
Hay demasiado frío y pocas plazas de trabajo. “¿Con tantos
lugares tan bonitos en Estados Unidos, ¿por qué viniste acá?”,
me estuvieron preguntando durante todo el viaje. "Con tantos lugares lindos, ¿por qué Detroit?".
Este cantante,
conocido como Rodríguez, describió esta cochambrosa ciudad en sus
discos. “Were you tortured by your own thirst / in those
pleasures that you seek / that made you Tom the Curious / that make
you James the Weak”, es otra de las afiladas líneas de este
desconocido genio.
Así que, “Searching
For Sugarman”, altamente recomendado.
lunes, 26 de enero de 2015
“La Grande Bellezza” - ¿Para qué sigo aquí?
Nunca he sido de las personas que visualizan su futuro. Lo he hecho en pocas ocasiones y en algunas he pegado en el blanco. A veces, el miedo te acuchilla los ojos y te ata las manos y los pies.
Al ver la película
italiana La Grande Bellezza, y conocer a Jep, el personaje
protagonista, no tuve la necesidad de invocar a poderes
extrasensoriales para saber que por ese camino puede desembocar mi
existencia, si es que me va más o menos bien.
Jep es un periodista
y escritor que vive en una Roma que bien podría ser Guatemala: una
ciudad amarga, vacía y descompuesta, que es una sombra de lo que
pudo haber sido. “No me interesa ser mundano, quiero ser el rey de
lo mundano”, dice el personaje mientras reflexiona que no puede
seguir malgastando su tiempo en hacer lo que no le gusta.
Al ver a sus amigos
hacer “el trencito” mientras bailan,
Jep dice: “me encantan nuestros trenes, porque al igual que Roma,
no van a ninguna parte”.
Seguramente llegará
el momento en que la pregunta en mi tren deje de ser “¿para
qué he venido?”, porque se habrá transformado en “¿para qué
sigo aquí?”. Para esa entonces, espero que el cinismo o el
cansancio sean dos medicinas que pueda utilizar para aliviar el
dolor. Mi deber es practicar.
Los
amigos de Jep son pocos, pero queridos. Los une la decadencia y el
convencimiento de que todo está perdido, así que es mejor tratar de
pasarla bien y sonreir uno al otro mientras el mundo sigue hundiéndose en la porquería. En eso ya estoy practicando.
Quisiera envejecer
con esos amigos que les interesan los sentimientos y con quienes nos maravillaremos de los detalles de las
bellezas pequeñas, porque dentro de unos años, las grandes ya
habrán desaparecido.
Solo nos quedarán
las memorias y la nostalgia, dos bestias que
patean duro en la soledad.
lunes, 19 de enero de 2015
El grupo de Facebook Cinéfilos de Guatemala (o cómo cinéfilos de un país en desarrollo se rasgan las vestiduras)
Nunca pensé encontrar tanta pasión y entrega en un grupo de Facebook, y menos con una temática artística: el cine. Esa energía que tienen los guatemaltecos para pelear causas perdidas (Rojos vrs Cremas – Patriotas vrs Líder – roquers vrs fresas - católicos vrs evangélicos) se disfruta en Cinéfilos de Guatemala, donde encuentras de todo. ¿Qué mejor que discutir sobre cine?
"Es muy buena" - "Es malísima" - "Es mi favorita" - "Lo siento por tus gustos" - "Es la mejor de este género" - "Eres un ignorante" - "No es tan mala como la primera" - "¿Cómo de que no? es peor". Esas son algunas de las conversaciones que uno disfruta en el grupo.
Pero no todo es pelea.
Están los amigos que publican trailers y fotos de películas
rarísimas, los que comparten noticias, los que colocan información
insólita pero importante para cualquier cinéfilo, los que comparten
sentimientos y experiencias y los que son buleados porque les
gusta el cine comercial (o fresa pues).
Están los
aficionados que idolatran a Lars von Trier (por lo menos aseguran
haber visto Ninfómana, la uno y la dos), los que aseguran que
los fanáticos de Nolan son (somos) hipsters, los defensores con
piedras y palos de Stanley Kubrick, los que promocionan el cine
nacional y los que adoran las películas de Woody Allen (ese soy yo).
Existen
críticos y reseñistas neófitos que destruyen clásicos del cine
como si fueran una bola gigante de acero tirando a pedazos a una
edificación antigua, sin importarle la historia que guarda; sin
valorar lo que significó en su tiempo y lo que inspiró a futuros
creadores.
Hay expertos (así dicen)
que aseguran que todo está bien, pero también está mal.
Están los que
aclaman todo y también los que llevan la contraria (como cualquier
grupo social en el país), y los que van contando las películas que
ven (eso, mis respetos).
Hasta cortes
comerciales se encuentran en la página cuando alguien entra a
promocionar un producto, a solicitar dinero o a pedir likes para que
su foto sea la ganadora en no-sé-qué estúpida competencia.
Y hay más de mil
miembros que no dicen nada, solo ven, celebrando la aventura del
voyeurismo.
Si te gusta el cine (y las
batallas en redes sociales), puede ser que te la pases bien en este
grupo. No soy el administrador, pero te invito a que lo experimentes.
¿Yo? Aprendí a pasármela bien.
Les deseo que vean mucho
cine en sus vidas.
lunes, 15 de diciembre de 2014
En la mejor discoteca del istmo, dicen, que la vida es más sabrosa
Miré al cielo
negro, sin estrellas, y pensé: ¿Qué hago aquí? Estaba sentado en
un sofá de la supuesta mejor discoteca de Centroamérica, donde el
precio de la entrada es de muchos dólares y los límites del derecho
de admisión se van hacia el infinito y más allá. A mi derecha
tenía a personas bailando, comiendo, tomando cocteles, pasándosela
bien sin importar qué diablos sucedía a su alrededor. A mi derecha
miraba la ciudad de Panamá a través de las paredes de vidrio del
piso 62 del Hard Rock Hotel, donde hay una espectacular e inolvidable
vista de 360 grados a edificios, al mar y a pequeñas luces
callejeras.
Por ratos descubrí
que no me gusta bailar en las discotecas, bodas y demás ocasiones en
mi país porque la música es horrible o ya me envejeció del
aburrimiento. En Guatemala estamos bailando la misma música desde
hace 5 años. Esa salsa, ese reguetón, ese interminable mix de Olga
Tañón, ese maldito “Meneito” que me hace transpirar solo de ver
la coreografía… eso no existía allá, en la Roof Lounge Bits.
Ritmos y beats ingeniosos, un poco de electrónica, de pop, de rock, de
Pharrell, de Sheeran, de Lorde, de Harris, de Guetta, de Rihanna.
Hasta Pitbull sonaba como un genio de la melodía. Si no era lo
mejor, por lo menos lo sentí novedoso, fresco, “trending” diría
por ahí la mara cool.
Al final me desahogué moviendo la cabeza, cantando, tomando una que otra cerveza. No se me dificultó pasármela bien. Fue un victoria fácil, aunque por ratos pensaba que no merecía estar en ese lugar. Como dice el personaje de John Cusack en "High Fidelity": "Me sentía falso, como esos tipos que se rapan la cabeza y de repente comienzan a decir que toda su vida han sido punk".
¿Caquero? Bastante.
¿Molesto? No mucho, y menos cuando eres invitado de un viaje de prensa. ¿Lo repetiría? Puede debatirse, aunque confieso, hubiera preferido estar
en el stagebar del segundo nivel escuchando un medio aburrido
tributo a Soda Stereo, en un sofá cómodo, sin compañía y con un
coqueto bar abierto, y cantando a gritos (en mi cabeza) “no quiero
soñar mil veces las mismas cosas”.
También dicen que viajar
abre la mente.
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