viernes, 23 de diciembre de 2011

Navidad como en The Fabulous Baker Boys


En la película The Fabulous Baker Boys (1989), Jeff Bridges interpreta a un pianista quien junto a su hermano forman un dúo musical desde jóvenes, pero años después pasan de moda y terminan presentándose en bares o clubes nocturnos por migajas. El personaje de Bridges es un prodigio del piano, pero vive en un apartamento antiguo y descuidado. Pareciera que no le importa que el mundo se caiga a pedazos, ni el suyo.

Existe una escena en el filme en la que este personaje visita en la noche del 24 de diciembre (Christmass Eve dicen los gringos) a su perro a una veterinaria donde lo acababan de operar y pasaría Noche Buena. Eddy, el perro, es un labrador negro, viejo y enfermo. Como le prohíben entrar a verlo, lo saca del hospital a la fuerza y se lo lleva cargado a su apartamento.

En la sala oscura y solitaria de ese lugar lo espera una niña quien es su amiga, en lo que cabe de la palabra. Esta pequeña alma solitaria y desafiante por el aburrimiento llega al apartamento cuando su madre tiene alguna cita con un nuevo amante. Ella entra por la ventana, nunca por la puerta. Con Bridges platican como si fueran dos adultos, tristes, cansados, apagados.

La escena termina con ambos sentados en el sofá tomando un vaso de eggnog, él adereza el suyo con whisky. Y Eddy se la pasa acostado en el sillón adormilado por el aún activo efecto de la anestesia. No hay arbolitos de navidad, regalos, abrazos, besos o risas. Son solo tres almas dejando pasar Noche Buena, sin interponerse en su camino, como si se tratara de cualquier día. Lo logran sin mucho esfuerzo.

Escribo sobre esto porque hay Navidades en las que me siento como el personaje de Bridges. También algunas como la niña. Y otras, claro, como el chucho.

Feliz Navidad.

lunes, 19 de diciembre de 2011

El camino de The Black Keys


Luego de los minimalistas y bañados en blues Magic Potion (2006) y
Attack & Release (2008), y el tenue Brothers (2010), el dúo The Black Keys lanza El camino (2011), basándose en su escencia rocanrolera y divertida, acercándose más a las propuestas de The Clash y ZZ Top. A este estilo los gringos le llaman cock-rock, confío en su diagnóstico.

En El camino hay menos blues y melodía, pero más rocanrol y ritmos con beats que recuerdan a las mejores bandas de pop ochentero. El sonido basado en el baterista Patrick Carney y el vocalista / guitarrista Dan Auerbach ha quedado en el pasado. Ahora suenan como una banda con más guitarras, un bajo, teclados, sintetizadores, coristas e inclusive aplausos.

Las movidas Money maker y Run right back obligan a moverse a cualquier cuerpo petrificado por falta de habilidad en el baile, como el mío. También lo hace Lonely boy, primer sencillo promocional del disco y el cual es tan contagioso que me atrevo a pronosticar será uno de los jingles y ringtones más escuchados de final de 2011 (su videoclip es fantástico).

Y la calidad de las letras no se queda atrás. En este nuevo disco son más directas y siguen la línea de anteriores obras, invocando temas de amores imposibles, tristeza y soledad; siempre con un toque honesto y en ocasiones sarcástico. “I should've seen it glow / but everybody knows / that a broken heart is blind”, dice la acústica y melancólica Little black submarines, y “why'd it take you so long? / every time I hear the whistle blow / I'm down below, your pawn”, canta la codependiente Dead and gone, antes de pasar a un reconfortante “nah nah, nah nah nah, nah nah (Whoa oh oh)”.

El camino, un disco chingón, rocanrolero, danzable y cocky. Recomendable.







lunes, 12 de diciembre de 2011

Paranoia Chapina – La caminata de los infectados


Saber que existe una cura fue impactante, pero analizar y darse cuenta de que no sabíamos cuál era fue devastador. Aceptamos nuestra infección de Paranoia Chapina dentro de un bus urbano, el cual nos llevó desde un sector de clase socioeconómica alta de San José, Costa Rica, hasta un parque público precioso. Resultó suficiente un viaje de 15 minutos tomándonos fotografías adentro del bus como si estuviéramos en Disneylandia y sin miedo a que cualquier imbécil nos amenazara con cortarnos las tripas si no le entregábamos nuestra billetera y celular, tal y como la Paranoia Chapina lo indica. Fue un viaje ameno y divertido, para cualquier infectado lo hubiese sido.

La prueba real llegó al siguiente día. Debíamos caminar 3 kilómetros para llegar al mall más cercano antes de viajar de regreso a Guatemala. Así que guardamos con cuidado nuestro dinero y dejamos escondido un poco en el apartamento, porque la Paranoia Chapina dice que los asaltantes callejeros si quieren te piden hasta el calzoncillo sucio, y quienes limpian apartamentos a veces terminan “accidentalmente” con el dinero del cliente en sus bolsillos.

Al salir y con la mente despejada, vimos las tiendas y negocios sin rejas o el clásico guardia de seguridad. Era algo extraño para nosotros los infectados, ya que la Paranoia Chapina narra que todos los negocios cuentan con rejas, razor ribbon, y un guardia chaparrito, maleducado y con escopeta en mano para pegarte un tiro si tienes cara sospechosa.

Caminamos. Nuestra primera prueba fue un carro. La Paranoia Chapina es muy puntual al decir que “peatón que cree que lleva la vía, será un peatón atropellado”, así que dejamos pasar a los vehículos sin importar que en Costa Rica sí se respeta al peatón. La segunda prueba contó con la ayuda de un grupo de guardaespaldas carcajeándose en una esquina. Nos cruzamos a la acera de enfrente para no pasar cerca de ellos, porque la Paranoia Chapina explica perfectamente que un guardaespaldas, e inclusive cualquier guardia de seguridad como antes lo había mencionado, puede atraversarte una bala en la cabeza si se le ronca la gana.

Luego un lindo perrito de casa nos ladró. Saltamos. La Paranoia Chapina instruye en que perro que ladra también te muerde, te corre y arrancará un pedazo de pierna si te alcanza. El chucho al final solo ladró, pero algo despertó adentro de nosotros. Como si burbujeara un químico en la sangre, en el cerebro, al final en todo el cuerpo. “No me asustés chucho, no sabés en lo que me puedo convertir”, murmuró un compañero infectado, y le aprobé su preocupación.

Faltaba solamente un kilómetro para arribar a nuestro destino cuando se parqueó una camioneta con vidrios polarizados. La Paranoia Chapina declara que si un carro con vidrios polarizados te intercepta, es porque te dará una paliza sin remordimiento y despertarás con VIH positivo y sin un riñón. No había de qué preocuparse, era una señora bajando del carro a su hija. La niña era linda, pero el daño estaba consumado. Estábamos nuevamente paranoicos, ansiosos y cansados de la caminata. La mirada diferente, el tono de voz cambiado. Las bromas se bañaban de más sarcasmo para ignorar el miedo. Estábamos al borde, listos para reventar y agarrarnos a pijazos con quien fuera necesario para llegar a salvo a ese bendito mall. La infección de Paranoia Chapina se activó.

Al llegar al mall nos sentimos seguros, aunque no por mucho tiempo. Recordamos enseñanzas de la Paranoia Chapina, las cuales detallan que en centros comerciales los policías y narcos se reparten plomazos por maletas con mucho dinero adentro. Nos confortamos al invocar el conocimiento de que en Costa Rica no hay narcos, o no tantos, así que adentro del mall nos preparamos para disfrutar un par de horas de entretenimiento comercial y banal.

La caminata de regreso, esa se las cuento otro día.

Foto de Mauku.

lunes, 5 de diciembre de 2011

Paranoia Chapina – no hablen mal de Guatemala


“Ya es suficiente. De ahora en adelante solo quiero escuchar cosas positivas de Guatemala. Desde que vinieron solo cosas negativas han dicho”, dijo de manera imperativa el amigo guatemalteco que lleva 11 meses de vivir en Costa Rica y quien nos llevaba en su carro hacia San José, Costa Rica.

Quedé callado por un momento. El amigo del asiento de atrás murmuró algo acerca de que cada vez construyen más y de mejor manera centros comerciales. El otro amigo de atrás venía durmiendo, y si se hizo el dormido yo le doy un premio a su inteligencia. Yo balbuceé algo que ya ni recuerdo, seguramente fue una gran estupidez, no lo dudo.

Habíamos pasado dos días enteros del viaje quejándonos de las extorsiones, la violencia, los asaltos, los narcos, los mafiosos diputados, carreteras hechas caca, gobierno mafioso y la falta de educación. En sí, diagramamos los antecedentes de la Paranoia Chapina, la cual explicaré en otro momento.

Después de mi balbuceo, el silencio se apoderó del interior del carro por unos minutos, hasta que sonó en el iPod una canción de Foreigner. “Esa es buena, oí vos”, me dijo el amigo de atrás, y se armó la discusión de que si el rock ochentero es mejor que el noventero. No volvimos a hablar mal de Guatemala, solo la pensamos y vivimos.

Foto: Mauku.